JR, en proceso de continua machadización, da un paso más en su nivel de simbiosis poética, cuando, apretando los ojos con esmero y superando su naturaleza redbulliana, representó en pleno autobús aquellos versos que don Antonio dejó para la historia:
Ayer tarde cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?
Ayer tarde cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Ayer tarde cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Ayer tarde cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
Imposible de reproducir en imágenes, en pleno éxtasis susurraba estos versos al hombro de su compañero César, que miraba con ternura el suave deslizar de la saliva sobre su asiento.
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?
Ayer tarde cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Ayer tarde cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Ayer tarde cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
Imposible de reproducir en imágenes, en pleno éxtasis susurraba estos versos al hombro de su compañero César, que miraba con ternura el suave deslizar de la saliva sobre su asiento.